Amazonas reduce a la mitad su capacidad de absorber dióxido de carbono
El fenómeno se debe a la alta tasa de mortalidad de los árboles, que aumentó en las últimas décadas.
El Amazonas ha reducido a la mitad su capacidad para absorber dióxido de carbono de la atmósfera debido a la rápida velocidad con la que mueren los árboles en esta región, según un informe publicado en la revista 'Nature'.
Un equipo internacional de casi cien científicos, liderado por la Universidad de Leeds (Inglaterra), reveló que el Amazonas ha perdido capacidad de absorción neta de dióxido de carbono. Desde un máximo de dos mil millones de toneladas de carbono cada año en la década de 1990, la absorción se ha reducido a la mitad y ahora, por primera vez, está siendo superada por las emisiones de combustibles fósiles en América Latina.
Los resultados de la investigación, llevada a cabo durante 30 años, han demostrado que en las últimas décadas el bosque del Amazonas ha actuado como un gran sumidero de carbono, ayudando a frenar el ritmo del cambio climático.
Sin embargo, este nuevo análisis de la dinámica de los bosques muestra un enorme aumento en la tasa de muertes de los árboles del Amazonas.
"La tasa de mortalidad de los árboles se ha incrementado en más de un tercio desde mediados de la década de 1980, y esto está afectando a la capacidad del Amazonas para almacenar carbono", dijo Roel Brienen, de la Universidad de Leeds.
Según los expertos, inicialmente el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera, un ingrediente clave para la fotosíntesis, condujo a una etapa de crecimiento de los árboles del Amazonas, pero el carbono extra parece haber tenido consecuencias inesperadas.
Las sequías recientes y las temperaturas inusualmente altas en la zona también pueden estar jugando un papel en esta situación.
"Independientemente de las causas del aumento de la mortalidad de los árboles, este estudio muestra que las predicciones de un aumento continuo del almacenamiento de carbono en los bosques tropicales pueden ser optimistas", explicó Brienen.
El estudio se extendió a través de ocho países de América del Sur y estuvo coordinado por RAINFOR, una red de investigación dedicada a la vigilancia de los bosques amazónicos.
Los bosques "nos están haciendo un gran favor, pero no podemos confiar en ellos para resolver el problema del carbono. Serán necesarias las reducciones de las emisiones para estabilizar el clima", concluyó Oliver Phillips, de la Universidad de Leeds.
La Amazonía se nutre del desierto del Sahara
Ambos ecosistemas se autoregulan gracias al fósforo que de las arenas del Sahara viaja al Amazonas.
Un antiguo proverbio chino dice que el aleteo de una mariposa puede provocar un tsunami en otra parte del mundo. Y aunque pudiera sonar desproporcionado o exagerado, a medida que la ciencia amplía el conocimiento sobre fenómenos climáticos y atmosféricos, se comprueba que los ecosistemas del mundo están más interconectados de lo que imaginamos. Así, una de las regiones más áridas del planeta, el desierto del Sahara, contribuye con el exuberante crecimiento de la selva amazónica.
Los científicos han conocido por mucho tiempo que el polvo desértico africano viaja atravesando países y que incluso una parte se deposita en el océano Atlántico antes de depositarse en la Amazonía en Suramérica, Norteamérica y otras regiones.
No se sabía su función y mucho menos la cantidad de este material que se transportaba cada año, pero hoy se sabe que el polvo desértico es rico en fósforo, nutriente que permite a las plantas crecer frondosas.
El gran desierto del Sahara se extiende por Argelia, Egipto, Libia, Mali, Mauritania, Níger y Chad. Es de este último de donde proviene todo el polvo rico en fósforo. Específicamente, sale de la cuenca Bodéle, considerada la zona más polvorienta del mundo, y cuyas arenas están compuestas por un número mayor de nutrientes con respecto a otra región del desierto.
En los últimos años, nuevas herramientas de análisis químico han demostrado que la riqueza de fósforo de las arenas de esta región es 30 veces mayor de lo que se pensaba. Pero los científicos necesitaban saber la cantidad de polvo transportado para medir el impacto en el rico ecosistema amazónico.
Esta semana se divulgó un estudio en la revista 'Geophysical Research Letters', liderado por Hongbin Yu, científico atmosférico de la U. de Maryland. En el trabajo se detalla por primera vez que 27,7 millones de toneladas de polvo se depositan sobre la cuenca del Amazonas cada año.
La medición se pudo realizar gracias al satélite de observación atmosférica Calipso, de la Agencia Espacial Estadounidense (Nasa), mediante un seguimiento desde el 2007 y con el uso de imágenes en 3D.
Con esta cantidad, indica la agencia, se podrían llenar 104.908 camiones tipo tráiler.
Si este nuevo conocimiento afianza la idea de que la naturaleza tiene una inteligente forma de regularse, sorprenderá saber que de esa cantidad, 22.000 toneladas corresponden a fósforo; equivalente a la cantidad de este nutriente que la selva amazónica pierde por efecto de la lluvia o las inundaciones, de acuerdo con el profesor Yu.
“Este es un mundo pequeño, y todo está conectado entre sí”, afirma el experto, y no se equivoca.
El agua que da vida a la selva también lava su suelo y le quita el fósforo.
Por eso, la superficie amazónica se vuelve pobre en fósforo y necesita un abono natural. Este llega luego de viajar más de 3.500 kilómetros.
Graban canto de ballenas azules en la Antártida
Una expedición captó más de 40.000 sonidos de estos cetáceos que están en peligro de extinción.
La División Australiana Antártida (ADD, siglas en inglés) localizó a más de 50 ejemplares de ballena azul y logró grabar 520 horas con más de 40.000 cantos de estos cetáceos.
“Es realmente emocionante poder estudiar a estas ballenas en el vasto océano antártico y oír sus llamadas a más de 750 kilómetros de distancia”, dijo Brian Miller, experto en acústica de la ADD.
Para la investigación se utilizaron sonoboyas direccionales para registrar los cantos de los cetáceos, decenas de los cuales fueron avistados tras una paciente búsqueda en una zona con abundante cantidad de krill, un pequeño crustáceo del que se alimentan las ballenas.
Mike Double, jefe de la expedición, destacó la importancia de esta tecnología en el estudio de la especie amenazada debido a su distribución irregular. “Los ecosonidos nos permitieron elaborar un mapa, caracterizar y vigilar el krill en las inmediaciones de las ballenas azules y determinar que sus sonidos mucho más densos que antes", indicó Double.
“No hay muchas oportunidades de acceder a estas poblaciones de ballenas porque están alejadas de todo y las condiciones en el océano antártico son bastante complejas”, expresó Pablo Escobar Flores, investigador chileno experto en acústica pasiva.
La expedición regresó hoy a Wellington tras seis semanas en aguas antárticas donde pudo identificar 58 ejemplares de ballena azul, lo que permitirá calcular el tamaño de la población, la tasa de recuperación y sus movimientos.
Durante la travesía los investigadores también pudieron conocer mejor los hábitos alimenticios de la ballena azul, un mamífero que puede llegar a medir 30 metros de largo. Lo hicieron a través del estudio de los cardúmenes de krill, cuyos cambios en su estructura interna pudieron analizarse por primera vez.
“La presencia de krill y de ballenas nos permitió seguirlas constantemente y ver a las ballenas alimentándose de diferentes cardúmenes de krill”, señaló Escobar. “Toda esta información –añadió- servirá para planear en el futuro nuevas estrategias de protección y seguir viendo cómo se desarrollan con la distribución de cardúmenes de krill”.
La ballena azul, cuya lengua es más pesada que un elefante y el tamaño de su corazón es parecido al de un coche pequeño, estuvo a punto de extinguirse en el siglo XVII, período en el que murieron aproximadamente 340.000 ejemplares.
Medicamentos!
Grandes contaminantes del agua
¿Dolor de cabeza después de una larga
jornada laboral? La solución la tenemos a la mano dos antinflamatorios y un
vaso de agua y resuelto el problema.
Fin para un problema humano, pero el
inicio de una real amenaza para los peces. Los residuos de los medicamentos una
gran amenaza para el agua.
Resulta que la próxima vez que vaya al
baño ya renovado sin dolor de cabeza, eliminara atreves de la orina el 50% y el 90% de la pastilla que
tomo para eliminar el dolor. Estos
residuos van por el desagüe y van a parar a las aguas servidas.
Al no existir organismos de depuración
100% efectivos los residuos regresan a las aguas donde peces, crustáceos y
miles de especies marinas terminan consumiendo el resto de ese medicamento que
los humanos hemos desechado.
Científicos europeos están preocupados
por la situación por la situación, en Francia encontraron residuos de
ibuprofeno, aspirina y antidepresivos en la superficie de un importante rio
Sena que atraviesa la ciudad de parís.
“Estos residuos pueden causar
problemas en la reproducción de la especie marina y afectan sus defensas”




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